viernes, 9 de mayo de 2014

Pequeño oasis en la ciudad

Camino por las calles apurada. El tiempo se me va de las manos con cada paso: esquivar gente, autos, motos y alguna que otra paloma en mi camino. Mi mente enfocada solo en una cosa... y de pronto todas mis preocupaciones se esfuman en un segundo y regresan luego a la vida.

Había pasado sin darme cuenta por esta casa oculta en rejas... El aroma refrescante a plantas me envolvió por un instante, como un golpe de aire fresco en pleno verano, llamando mi atención por completo. Había encontrado un pequeño oasis.




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Es realmente inusual. Uno pasa con sus asuntos a cuestas, y de pronto, en medio del calor del verano, un soplo de aire refrescante... pero no sólo por la temperatura, sino por el aroma a azahar. Dura dos segundos, dos pasos. Los autos pasan a un costado, muy cerca, porque la vereda es angosta. Es un soplo de vida en medio del gris, del acero y del cemento.

Es algo difícil de describir. Mejor es encontrarlo de sorpresa, como nos sucedió a nosotros, y no olvidarlo, y volver a buscar una excusa para pasar por ahí, cada tanto.

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