lunes, 12 de mayo de 2014

La fiebre Dakar no tuvo límites

2014 empezó con la fiebre Dakar en las venas rosarinas. Incontables personas, aunque no fueran aficionadas a los autos o las motos, aunque no supieran nada de categorías, carreras o motores, se prendieron a las noticias, y aprovecharon la presencia de los incontables bólidos para salir a mirar algo diferente, divertirse, aprender, sacarse fotos, etc.

Sin embargo, una cosa es ver estos vehículos en donde se supone que descansan, y otra, pues, salir a caminar y descubrir que están colgando de la fachada de una de las esquinas más reconocidas de calle Pellegrini. Fue así que un día como cualquiera me encontré con este Mini rondando por ahí.

Una inspección más cercana reveló lo obvio: se trataba de una carcasa perfectamente real, sin ningún componente de motor, el cual hubiera hecho aumentar demasiado el peso.

La estructura que lo sostenía era sólida, y sin embargo daba algo de miedo pasar por debajo, debido a la sensación de peso que daba la reproducción.

No sé cuando lo desmontaron, pero varias semanas después del final del Dakar, seguía allí. Supongo que para amortizar el costo y llamar un poco más la atención.

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